Señala el autor que la filosofía de la opresión perfeccionada y refinada a través de civilizaciones como una verdadera cultura de la injusticia, no logra su mayor triunfo cuando los publicistas la inculcan internacionalmente, sino cuando tan hondamente se instala en el ánimo de los opresores mismos y de sus ideólogos que ni siquiera se dan cuenta de tener mala conciencia. Apunta que el Marxmismo reconoce que en el sistema capitalista es tan alienado el opresor como el oprimido. Expresa que el propósito de este texto es buscar que la conciencia de la gente sea capaz de sacudirse y de ponerse en cuestión a sí misma.