Manual de traducción Anna Maria Rosseil Ibern I tym¡3 M 'jâp ü Manual de traducción Alemán / Castellano Anna Maria Rossell Ibern Serie Práctica, Universitaria y Técnica Diseño de cubierta: Marc Valls Derechos reservados para todas las ediciones en castellano © by Editorial Gedisa S.A. Muntaner, 460, entio., Ia Tel. 201 60 00 08006 - Barcelona, España ISBN: 84-7432-553-6 Depósito legal: B-18.748&1996 Impreso en Libergraf Constitució, 19 - 08014 Barcelona Impreso en España Printed in Spain Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o cualquier otro idioma, de esta obra. INDICE Prólogo Los traductores no son infalibles. Son muchas las razones de este fenómeno, pero es cierto que quienes se dedican a la tarea de la traducción corren el riesgo de incurrir en una serie de vicios y errores—algunos debidos al mero hecho de traducir; otros, a las lenguas de trabajo— que sería posible evitar si se tomara plena conciencia de ellos. Una reflexión sobre el análisis y la interpretación del texto que debe traducirse permite solventar muchos de estos errores y sistematizar los más habituales, y ésta es una de las características innovadoras de la serie que presentamos. Así pues, estos manuales pretenden llenar el vacío existente en este sentido en la enseñanza de la práctica de la traducción. Aprender a traducir sólo a partir de la teoría es una tarea imposible; por ello, esta Aprender a traducir sólo a partir de la teoría es una tarea imposible; por ello, esta colección se basa en ejemplos recogidos de la enseñanza de esta disciplina y de textos publicados. La concepción de estos manuales que presentamos parte pues de estas dos premisas: del análisis de los errores y vicios de estilo, por un lado, y de una reflexión más general sobre la práctica traductora, por otro. También por este motivo sus autores son profesores universitarios de reconocido prestigio tanto en el campo de la traducción como en el de la enseñanza de esta disciplina. Nuestro trabajo va dirigido fundamentalmente a todos aquellos que en un futuro quieran ser traductores, a los profesionales y a quienes deban superar cualquier prueba de traducción (entidades privadas, intérpretes jurados, organismos internacionales: ONU, Unión Europea, etc.). La comparación directa de los aspectos morfológicos, léxicos y textuales entre dos lenguas permite poner de manifiesto los puntos de coincidencia y divergencia entre las mismas. Por ello estos manuales pueden ser también de gran utilidad para los estudiantes de las correspondientes lenguas, ya que aquí se recogen aquellos aspectos que habitualmente quedan excluidos en la enseñanza de idiomas. J L S G Coordinador Introducción OSÉ UIS ÁNCHEZ ONZÁLEZ Si logramos tomar conciencia de los factores que inciden en el proceso de la traducción y, sobre todo, si conseguimos descubrir los mecanismos que se ponen en marcha en él, con toda seguridad lograremos prevenirnos mejor de los errores en que incurrimos habitualmente. No es éste desde luego un propósito sencillo, ni alcanzable, en el sentido de que no podemos controlar todos aquellos factores ni sopesar en su justa medida el predominio de unos sobre otros. Sin embargo, el estudio de los textos traducidos, que pone de manifiesto la regularidad con que se repiten ciertos vicios al traducir, invita a una reflexión sobre sus posibles causas. Con este manual me he propuesto la tarea de clasificar por tipos algunos de los casos de errores que se presentan en la traducción de textos alemanes al castellano. Sin embargo, no creo que el defecto en una determinada versión castellana pueda justificarse siempre a través del original alemán —no siempre son evidentes los contagios de una lengua a otra—, sino que muy a menudo he llegado a la conclusión de que hay que buscar en el mero hecho de traducir la explicación de muchas de las incorrecciones o de las versiones poco elegantes que se producen. Esta es la causa de que la denominación de los tipos de errores no remita siempre al texto original alemán, sino a menudo a la versión traducida, ya que para su clasificación me he regido por los dos criterios, según el caso. No obstante, para que los lectores puedan juzgar por sí mismos y por razones de coherencia metodológica, adjunto sistemáticamente ambos textos, el original y su correspondiente traducción, con el fin de que puedan cotejarse. Para llevar a cabo la clasificación me he basado en traducciones publicadas sobre temas diversos y en textos de diferente índole, evitando que el grado de especificidad temática o textual pudiera introducir en el catálogo tipos de errores característicos sobre todo de determinados textos y quitarle a este compendio el carácter general que pretende tener. Asimismo, para asegurar que los problemas clasificados no se deben a tendencias personales de un traductor específico, sino que son inherentes en general a la actividad de traducir, he elegido traducciones de indiscutible calidad y seleccionado ejemplos de errores habituales en distintas fuentes. El manual persigue el fin de sensibilizar sobre un buen número de aspectos problemáticos en la traducción del alemán al castellano y, de este modo, prevenirlos. Habrá conseguido su objetivo si con ello facilita en alguna medida la tarea tanto del aprendiz como del profesional. Capítulo primero La operación traductora. Valoración global de sus dificultades 1.1. ¿Qué significa traducir? Todo aquel que haya intentado siquiera una sola vez ejercer de traductor sabe que esta actividad no es tarea fácil. Incluso el lego en la materia, si tiene alguna sensibilidad lingüística, puede hacerse una vaga idea del grado de dificultad que ello implica imaginando por un momento que ha de sustituir algunos vocablos o expresiones por otros sinónimos en un texto redactado en su propia lengua. Y esto le permitiría únicamente imaginar una mínima parte de la problemática. ¿Pero dónde radica tanta dificultad? La respuesta, desde luego, es múltiple. Además de la que plantea la consabida competencia lingüística, otra gran fuente de problemas la constituyen los muchos factores que el traductor debe tener en cuenta y las muchas decisiones que tiene que tomar en relación con los mismos y en función de la idea personal que tenga de entender la traducción. Cuando nos enfrentamos a un texto con el objetivo de traducirlo, no nos Cuando nos enfrentamos a un texto con el objetivo de traducirlo, no nos ocupamos única y exclusivamente de descifrar lo que dice la letra en un sentido estricto. Esto solo no sería suficiente para asegurar una completa comprensión. Como lector minucioso e intérprete que es, el traductor debe ser consciente de que hay otras cuestiones que ha de considerar, como por ejemplo ¿quién es el autor?, ¿cuándo y dónde fue escrito el texto?, ¿qué intención persigue?, ¿a quién o a quienes va o iba dirigido?, ¿cuál es el tema?, ¿de qué tipo de texto se trata? Todas estas preguntas deben acompañar a las que se refieren estrictamente a lo que he denominado la letra del texto: ¿qué tipo de léxico y de estructuras sintácticas lo caracterizan?, ¿cómo es el estilo?, ¿de qué registro o registros se trata: coloquial, científico, periodístico, técnico, etc.? Muchas de las respuestas a estas preguntas nos las proporciona el propio nivel formal del texto; es decir, a través del léxico y de la sintaxis podemos obtener información acerca del destinatario, de la intención que el autor persigue, de la época y hasta del lugar en que ha sido escrito, etc., pero es importante saber que es obligado plantearse estas cuestiones antes de abordar la traducción, porque son decisivas para la comprensión global del texto y porque habrá que verter a la lengua terminal las consiguientes correspondencias. Sin embargo, en ocasiones al traductor le es necesaria una información que no se refleja directamente en el texto de partida, pero que resulta esencial para colocar el conjunto de la traducción en el ambiente adecuado y lograr en la lengua terminal el mismo efecto que produjo en sus lectores la versión original. Pensemos por un momento en el caso siguiente: cuando al describir una situación se dice de alguien que está cantando Fußball ist unser Leben, para poder entenderlo no es suficiente transcribir nuestra vida es el fútbol o el fútbol lo es todo para nosotros, sino que es necesario saber que se trata del primer verso de una estrofa del himno de un equipo de fútbol alemán de segunda división, y saber esto es a su vez necesario para tomar una decisión con respecto a la traducción castellana por la que se opte; probablemente se pensará en el himno de un equipo comparable en el contexto castellano. Además de cumplir con los requisitos arriba mencionados, es pues indispensable que el traductor sea buen conocedor de las realidades socioculturales de las respectivas comunidades lingüísticas de las que se ocupe. En la primera fase de su trabajo, el papel del traductor es similar al de cualquier otro lector, ya que aquél, al igual que éste, se enfrenta a un texto, cuyo significado tiene que desentrañar para sí. En este sentido, el traductor es un receptor. Sin embargo, al entender lo que ha leído no se agota su función. Su receptor. Sin embargo, al entender lo que ha leído no se agota su función. Su papel empieza a ser diferente desde el momento en que sabe que tiene que verter a otra lengua lo que ha leído, con los mismos efectos para los lectores de la otra comunidad lingüística. Es entonces cuando empieza a parecerse a un creador. Pero también de éste le distingue el hecho de que el traductor no es completamente libre, sino que el producto de su creación está muy condicionado. Este condicionamiento es a la vez consciente e inconsciente. Consciente, porque el traductor tendrá que decidir cuáles son las mejores equivalencias —no solamente lingüísticas— e inconsciente, porque el traductor está sometido a múltiples interferencias de diversa naturaleza, cuyo control escapa a menudo a su voluntad. Resulta obvio que para estar en condiciones de traducir bien hay que tener muy buen dominio, al menos pasivo, de la lengua original y manejarse con artística maestría en la lengua terminal, tanto en su vertiente pasiva como en la activa. Sin embargo, esto no es todo ni mucho menos: una vez concluida la interpretación, hay que tomar múltiples decisiones para establecer las correspondientes equivalencias y, además, hay que saberlas verter correctamente a la lengua terminal. Lo que antes se requería para la justa comprensión en la fase de la recepción es necesario ahora en la de la producción: quien traduce debe manejar con soltura en la lengua de llegada los diferentes registros (variedades del idioma), es decir, en función de las circunstancias y de los interlocutores, no expresará las cosas de la misma manera. Como vemos, en cierta medida, el traductor —una vez analizado y comprendido el texto— se encuentra en una situación parecida a la del autor. Por supuesto que éste habrá de saber desenvolverse en su lengua con la madurez que exige una buena redacción y que se habrá planteado qué tipo de texto quiere producir y quién va a ser su destinatario. En este sentido, en el de la parte que le toca de la autoría, el traductor está a merced de las mismas veleidades que pueden acometer a cualquier autor. Es decir, los errores o vicios en que incurra en la formulación pueden provenir de los problemas que en sí plantea la producción de un texto, no ya por el hecho de que se trate de un texto traducido, sino por las posibles inconsistencias inherentes a cualquier redacción en su lengua original. Sin embargo, para el traductor no se agotan aquí las dificultades, puesto que, si bien éste es redactor de un texto, lo es además de un texto traducido, y traducido por añadidura a partir de una lengua determinada, que probablemente condicionará el tipo de hábitos que se adquieran al redactar en la lengua terminal. De manera que —dejando al margen aquellos factores que no podemos considerar aquí por tratarse de cuestiones puramente subjetivas, como el estilo personal del traductor o todo aquello que pueda derivarse de su particular estado personal del traductor o todo aquello que pueda derivarse de su particular estado de ánimo— son cuatro, a mi modo de ver, las grandes fuentes de interferencia con que se confronta el traductor: la que puede originarse en el momento de la comprensión del texto como producto de un malentendido, la que proviene del hecho en sí de redactar un texto en su propia lengua, la que se genera al abordar la tarea de traducir —esto es, de pasar de un código lingüístico y cultural a otro diferente, sea cual sea la lengua original— y la que resulta de traducir específicamente de una lengua original y no de otra. Los últimos tres momentos, claro está, no se suceden el uno al otro, no se dan por separado, sino que coexisten y se entremezclan, de modo que la dificultad, para quien se propone reflexionar sobre ellos, estriba precisamente en cómo deslindarlos. En todo caso, el traductor se asemeja a una especie de mago, que maneja una amplia gama de ingredientes para elaborar su pócima, algunos de los cuales, al ser mezclados, implican un considerable riesgo de enturbiar el resultado final. De modo que puede ocurrir con facilidad que lo que se obtenga como producto no sea ya otro texto en la lengua terminal, sino en un extraño híbrido, en una tercera lengua. 1.2. La tercera lengua Translating consists in producing in the receptor language the closest natural equivalent to the message of the source language, first in meaning and secondly in style. (E. A. Nida, Principles of Translation as Exemplified by Bible Translating)1 Cuando decimos que una traducción es mala podemos estarnos refiriendo tanto a que el traductor no ha comprendido bien el texto original y, por consiguiente, ha alterado involuntariamente más o menos el sentido de la traducción, como al hecho de que ha entendido perfectamente la idea, pero no ha sabido expresarla adecuadamente en la otra lengua. Distinguir entre la estructura superficial (nivel formal) y la profunda (nivel semántico) de la lengua es indispensable, si bien no siempre es tan simple precisar esta distinción, en función del tipo de texto de que se trate. En el caso extremo de un texto literario, ambos niveles pueden llegar a estar íntimamente unidos hasta el punto de que muy a menudo puede afirmarse que el sentido no sería el mismo si se alterara la forma de expresarlo. Por ello, la traducción literaria requiere unas sutilezas aún mayores que las que ya he intentado enumerar sinópticamente al referirme a las dificultades que implica el proceso traslatorio en general. traslatorio en general. Al margen de tales sutilezas, nos ocurre a menudo que, cuando leemos un texto traducido a nuestra lengua materna, tenemos una extraña sensación que hace incómoda la lectura, aunque no sabemos en qué consiste exactamente. No se trata de que no consigamos entender el contenido, ni siquiera de que tengamos la más mínima dificultad en entenderlo. Simplemente decimos que «suena mal». Lo más probable es pues que se trate de lo que llamamos la tercera lengua. Fijémonos por ejemplo en el siguiente texto extraído de un folleto informativo de las instrucciones de uso de una maquinilla de afeitar, del capítulo titulado «Condiciones de garantía»: La garantía abarca solamente la reparación gratuita o el trueque del aparato los cuales se ejecutarán según nuestro parecer o sea por... o por una tienda de servicio autorizada... Se excluyen de la garantía todos los daños de las partes cortadoras así como los daños que resultan de un uso incorrecto (p. ej. conexión a una corriente / tensión inadecuada). El plazo de garantía no es influido por prestaciones de servicio eventuales. Al terminarse el plazo según el punto 1 expira también la garantía para las partes o aparatos de recambio. Probablemente lo mejor sería replantear de nuevo toda la redacción de arriba abajo: La garantía cubre solamente los gastos de reparación o el cambio del aparato por otro nuevo. Esta empresa se reserva el derecho de decidir si se hace cargo de los desperfectos o si delega la responsabilidad en un taller de servicio autorizado. La garantía no cubre los posibles desperfectos de los accesorios de afeitar ni los que resulten como consecuencia del mal uso del aparato (p. ej. conexión a una corriente inadecuada). El plazo de garantía hace referencia al aparato completo, incluidos los accesorios, según lo señalado en el punto 1, con independencia del posible uso del servicio de garantía que se haya hecho para las distintas piezas del mismo. ¿Por qué razón se produce esta tercera lengua?. Lo primero que pudiéramos pensar es que quien ha traducido el texto no tiene suficiente dominio de la lengua terminal. Sin embargo, no siempre es esta la explicación ni mucho menos: al estar cotejando constantemente estructuras y palabras de dos sistemas
Description: