Ensayistas alemanes del siglo XIX Una antología LIBROS DE CÁTEDRA LC Ensayistas alemanes del siglo XIX Una antología Edición al cuidado de Miguel Vedda Con la colaboración de Román Setton Introducciones de Román Setton y Marcelo Gabriel Burello Decano Secretario General Coordinadora Hugo Trinchero Jorge Gugliotta Editorial Vicedecana Secretario Julia Zullo Ana María Zubieta de Investigación Consejo Editor Secretaria y Posgrado Amanda Toubes Académica Claudio Guevara Lidia Nacuzzi Leonor Acuña Subsecretaria Susana Cella de Bibliotecas Myriam Feldfeber Secretaria de Supervisión María Rosa Mostaccio Silvia Delfino Administrativa Diego Villarroel Marcela Lamelza Subsecretario Germán Delgado de Publicaciones Secretaria de Extensión Marta Gamarra de Bóbbola Rubén Mario Calmels Universitaria y Bienestar Dirección Estudiantil Prosecretario de Imprenta Silvana Campanini de Publicaciones Rosa Gómez Jorge Winter Editorial de la Facultad de Filosofia y Letras Colección Libros de Cátedra Edición: Liliana Cometta-Juan Carlos Ciccolella Diseño de tapa e interior: Pica y punto. Magali Canale-Fernando Lendoiro Versión digital: María Clara Diez, Paula D'Amico Vedda, Miguel Ensayistas alemanes del siglo XIX. Una antología / Miguel Vedda; con colaboración de Román Setton; con introducciones de Román Setton y Marcelo G. Burello. - 1a ed. - Buenos Aires: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2009. 300 p.; 20 x 14 cm. ISBN 978-987-1450-44-2 1. Ensayos. I. Setton, Román, colab. II. Setton, Román, introd. III. Burello, Marcelo G., introd. CDD A864 ISBN: 978-987-1450-44-2 © Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 2009 Subsecretaría de Publicaciones Puan 480 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires - República Argentina Tel.: 4432-0606, int. 167 - [email protected] Este libro se terminó de imprimir en abril de 2009 en Talleres Gráficos VicNa – Rondeau 1651 Ciudad Autónoma de Buenos Aires - República Argentina Presentación Miguel Vedda1 Theodor Wiesengrund Adorno ha escrito, refiriéndose al estilo impaciente, vertiginoso de Ernst Bloch –uno de los más importantes ensayistas alemanes del siglo XX–, que di- cho estilo señala, desde el punto de vista filosófico, “un cam- bio de posición frente al objeto. Este ya no puede ser con- templado tranquila, reposadamente. Es considerado, como en el film emancipado, con la cámara en mano”.2 Autor de uno de los más sustanciales estudios sobre el género, Adorno señala aquí rasgos que de un modo recurrente han definido al ensayismo: la inquietud, el dinamismo, la aversión frente a la estacionaria inmovilidad del sistema. Forma representa- tiva de la modernidad, el ensayo elude las certezas absolutas propias de todo corpus dogmático con vistas a entablar una relación directa con la experiencia; de ahí que acepte libre- mente pagar la afinidad hacia la experiencia abierta con la 1 Profesor titular de la cátedra de Literatura Alemana (Facultad de Filosofía y Letras, UBA) e investigador del Conicet. 2 Adorno, Theodor W., “Henkel, Krug und frühe Erfahrung”. En: Noten zur Literatur. Gesammelte Schrif- ten. Ed. de Rolf Tiedemann, con la colaboración de Gretel Adorno, Susan Buck-Morss y Klaus Schultz. Darm stadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1998, vol. 11, pp. 556-566; aquí, p. 562. Salvo los casos indicados de otro modo, las traducciones son nuestras. 5 falta de seguridad propia del que avanza por un territorio desconocido. Toda una generación de ensayistas alemanes de comienzos del siglo XX3 ha preferido anteponer el con- tacto fenomenológico con la realidad viva y concreta a la rígida abstracción de los sistemas. La presencia de figuras como las del trapero, el emigrado o –ante todo– el flâneur en los escritos de Walter Benjamin y Siegfried Kracauer resul- ta, en tal sentido, reveladora: ayuda a destacar la específica identidad de un estilo de pensamiento y de escritura que no solo prefiere aventurarse en terra incognita, sino que ade- más demuestra un interés mayor por el recorrido que por el arribo a una meta determinada. Cuando, en su conocido ensayo sobre el ensayo, el joven Lukács sostiene que la verda- dera crítica es un juicio cuyo valor reside, “no en la sentencia (como en el sistema), sino en el proceso mismo de juzgar”,4 alude con otras palabras a esa disposición errante, tentativa que, por otro lado, define el empeño de los intelectuales de su generación en avanzar más allá, tanto del mecanicismo positivista, como del superficial impresionismo de la filoso- fía de la vida. Lo que el ensayo de comienzos del siglo XX busca –apartándose tanto de la contemplación inmóvil del objeto cuanto de la destrucción de este entre los engranajes del espíritu de sistema– es, en palabras de Adorno, perderse libremente en la materia, tal como es necesario “si el conoci- miento ha de ser algo más que el autocomplaciente funcio- namiento de su propia maquinaria preestablecida”.5 Este afán de dinamismo que hemos advertido en autores de principios del siglo pasado no es tanto una marca de la época como una propiedad distintiva del género desde su 3 Entre quienes podríamos mencionar (además de los ya señalados Bloch y Adorno) autores como Georg Simmel, Rudolf Kassner, Enrst Robert Curtius, Walter Benjamin y Siegfried Kracauer. 4 Lukács, György, El alma y las formas. Teoría de la novela. Trad. de Manuel Sacristán. Barcelona, México: Grijalbo, 1985, pp. 15-39; aquí, p. 38. 5 Adorno, Theodor W., op. cit., p. 558. 6 Miguel Vedda mismo origen; es decir: desde su creación a manos de Mon- taigne. A propósito de los escritos de este último ha escrito Hugo Friedrich que ellos son “el órgano de una escritura que no quiere ser resultado, sino proceso; exactamente como el pensamiento que aquí alcanza su propio despliegue a tra- vés de la escritura”.6 Y, de hecho, de este interés puesto en el recorrido y no en la meta, encontramos testimonios elo- cuentes en la obra de Montaigne; no en vano sostiene este que sus conceptos y juicios “solo andan a tientas, titubeando, tropezando y tambaleándose. Cuando he ido tan adelante como puedo, no me siento satisfecho, en razón de que veo horizontes más allá, si bien vagos y como entre tinieblas”.7 La complacencia en la falta de seguridad, en una marcha ines- table e incierta, es una de las significaciones que Montaigne vincula con la designación genérica –por él mismo acuñada– de ensayo. Derivado del latín exagium, el término permite en- trever en qué medida esta clase de escritos se caracteriza por su índole experimental, y en un doble sentido: por un lado, porque aspira a ser solo prueba, experimento, exploración; por otro, a raíz de su proximidad a la experiencia concre- ta, que lo distingue de la dogmática abstracción del tratado. Dominado por una fascinación nominalista por la variedad de los seres individuales, el autor de la Apología de Raymond Sebonde se muestra obstinado en sustraerse a la cárcel de las doctrinas que creen haber resuelto ya todos los problemas desde la prominencia despótica del pensamiento especula- tivo. Un pensamiento que rehuye lo definitivo, y que da la impresión de expresarse en el mismo momento en que es engendrado, siente –como ha dicho Yvonne Bellenger– “ho- rror del lenguaje que encierra la ductilidad del pensamiento 6 Friedrich, Hugo, Montaigne. Berna: Francke, 1949, p. 430. 7 Montaigne, Michel de, Ensayos. Trad. de Juan G. de Luaces. Notas prologales de Emiliano M. Aguilera. 3 vols. Buenos Aires: Hyspamérica, 1984, vol. I, p. 102. Presentación 7
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