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El estado y el inconsciente PDF

238 Pages·1980·7.989 MB·Spanish
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/ 'S é RenéLourau El Estado y el inconsciente ■ Ensayo de sociología política It ' editorial ¡pairos Numancia, Í10 Barcelona-29 Título original: L’ÉTAT—INCONSCIENT Portada: Joan Batallé Traducción: David Rosenbaum © 1978 by Les Editions de Minuit y Editorial Kairós, S.A.» 1979 Primera edición: junio 1980 Dep. Legal: B-19.039/1980- I.S.B.N.: 84-7245-116-X Fotocomposición: Beltrán, Sagrera, 76 — Barcelona-27 Impreso en: indice AG, Caspe, 116 — Barcelona-13 «En efecto, cada uno de nosotros Ueva, interiorizada como la fe del cre­ yente, esta certeza de que la sociedad es para el Estado (...). No se puede concebir sociedad sin Estado. » Pierre Clastres, La Société contre L'Etat, Editions de Minuit, 1974. «La gran directriz de la lucha social, para quien quiera que conduzca verdade­ ramente a la libertad, es antes de todo la lucha por la destrucción del Estado lle­ vada a cabo de tal manera que ninguna nueva forma de éste pueda reconstituirse.» Giovanna Berneri, La Société sans Etat, traducción francesa, Ediciones Elysée Reclus, 1947. CARTA A LOS LECTORES OCASIONALES SOBRE EL CONTEXTO EMOCIONAL EN QUE COMPUSE ESTE LIBRO La temporada del año 1977 en que se escribió este libro se encuentra marcada para mí por algunos acontecimientos. Finales de julio de 1977.— Manifestación antinuclear en el emplazamiento de la central con sobregenerador de Malville (ísére, Francia). Intensa represión policial. Un muerto, varios heridos graves. Agosto-septiembre.— Lanzamiento de las sondas Voyager 1 y 2 en dirección a Saturno y Júpiter, así como hacia el espacio galáctico más allá, del sistema solar. Estas dos sondas contienen un mensaje del secretario general de las Naciones Unidas a los hipotéticos seres que pueblan el espacio. El inconsciente estatal de nuestro planeta, en este final del siglo XX, es entregado, en estado totalmente bruto, a los eventuales psicoanalistas, politólo- gos y psicohistoriadores de la galaxia, a través de la utilización del concepto arcaico de Estado. Confirmación de la tesis pro­ puesta por Henri Lefebvre en Del Estado sobre su mundializa- ción en vías de perfeccionamiento. Al hacerse mundial, al generalizarse jurídicamente y al unl­ versalizarse dentro de las mentalidades, el Estado aparece tal cual es: el inconsciente de la parte bípeda y no velluda del ecosistema terrestre. Esos «ciento cuarenta y siete Estados», según el mensaje de Kurt Waldheim, «representan a casi la totalidad de los seres humanos del planeta Tierra». Admiremos ese «casi» y la prudencia con que el secretario 9 El Estado y el inconsciente general de las «Naciones» Unidas (y no «Estados», como en la fórmula enviada a los confines galácticos) deja entender a los escuchas de los Voyager 1 y 2 que él no está cualificado para representar a mi perra o a mi gato ante las posibles civilizaciones cuadrúpedas. Septiembre de 1977.— Ruptura de ia unión de la izquierda en Francia. Ante la «crisis» económica y el paro en aumento, dicho acontecimiento sería insignificante si, dentro de nuestra historia, cada una de las esperanzas creadas por la izquierda no se viviese como si se tratase de un reencuentro con la línea temporal sur­ gida o resurgida en Francia en 1789. Octubre de 1977.— Desaparición violenta de una parte del estado mayor de la Fracción del Ejército Rojo alemán en la prisión especial de Stammheim; tal vez como resultado de suici­ dios o quizá mediante liquidaciones clandestinas. Noviembre de 1977.— Un tribunal francés decide ia extradi­ ción de uno de los abogados de la Fracción del Ejército Rojo, Klaus Croissant. El gobierno francés efectúa la transferencia inmediatamente. Pregunta: ¿En qué momento el Ministro de Justicia desprecia más a sus conciudadanos? ¿Al colocarse dei lado malo de la barricada en un asunto que, reconozcámoslo, no tuvo la resonancia del caso Sacco y Vanzetti? ¿O bien cuando expone su filosofía política de «grandes superficies», bajo un título utilizado repetidamente en la literatura médica para designar la sífilis? Noviembre.— Visita calificada de histórica del presidente egipcio Sadat a Jerusalén, donde le reciben con gran pompa las autoridades israelitas. Encuentro inesperado de dos enemigos hereditarios; más importante, claman los comentadores, que el encuentro Mao-Nixon. ¿Por qué, en esas condiciones, la tenta­ tiva similar de Rudolph Hess, colaborador de Hitler, hacia el enemigo inglés, en plena guerra mundial, no impide que este bravo caballero permanezca en prisión desde hace más de treinta años y se le haya considerado como medio loco justa­ mente después de esta gestión? 10 Carta a los lectores Estos acontecimientos son de un carácter sumamente dife­ rente. De importancia muy variable, aunque casi todos ellos interesen a la política mundial y a la suerte del gran pueblo planetario; «Masivamente, mediatizados», exageradamente, es­ tos acontecimientos han influido, a niveles y en grados diversos, sobre mis sentimientos y mis representaciones. El primero de ellos, la manifestación antinuclear de Malvi- Ue, me dejó la impresión más dolorosa. La militancía ecológica y antinuclear no era mi fuerte. Tomé conciencia de las relacio­ nes entre el Estado moderno y la energía nuclear gracias a Malville. Me indignó saber que uno de los manifestantes, a quien se había amputado una pierna tras la manifestación, era uno de mis antiguos alumnos y amigos, Michel Grandjean. La manera en que él me ha relatado cómo se había encontrado con el Estado, obstinado sobre la frontera del territorio estatal, y cómo sintió que el Estado inscribía su marca sobre su cuerpo, ha hecho más trágica la visión del Estado que yo intentaba comunicar en este íibro. La pesadilla de la amputación, de la vida disminuida: los sueños horribles se hacen realidad, los sor­ tilegios echados por alguna bruja se convierten en realidad. Y qué decir de la pesadilla de Stammheim, de su continua­ ción goyesca, el sueño de la razón (que es el reverso de la mayor «lucidez» estatal) que engendra monstruos sobre la tela siempre virgen de la necesidad histórica. Aquí está el aquelarre de las brujas, la noche de Walpurgis que renueva sin cesar su puesta en escena, desde el asesinato en prisión de Rosa y Karl, la Noche de los cuchillos largos y los campos de la muerte hasta Stammheim. Mi amiga Charlotte Delbo, superviviente de los campos de Auschwitz y Ravensbruck, osó decir lo que hacía falta decir: que ella también había sido arrestada por terrorista por «brigadas especiales» bajo el régimen de Vichy, y que el terrorismo de los Baader-Meinhof revela la impotencia congè­ nita de los partidos de la izquierda y su sumisión a los juegos de la política instituida (Le Monde, 18 de noviembre de 1977). Con el tono de falsa connivencia estúpida característico de los me­ dios masivos de comunicación, se nos revela un mes después de II El Estado y el inconsciente Síammheim, que los presidentes de Egipto e Israel, reunidos en Jerusalén, son antiguos terroristas. ¿Entonces? Por mi parte no supe expresar, a propósito de la muerte dé los terroristas prisio­ neros, más que una emoción: la angustia ante la marcha que actualmente lleva el proceso de internacionaiización del Estado (Libé ration, 21 de octubre de 1977). Un gigantesco alud de «información» escrita, hablada, visual, sobre la tentativa de toma de rehenes por parte del comando pro-Baader y sobre la muerte de los prisioneros. Esta muerte, un poco como la danza improvisada de Hitler frente al vagón de Rethondes durante la capitulación del ejército francés en 1940, constituye el trance salvaje del Estado victorioso, delJEstado en tanto queconcepto-,- trasnacional, entidad en vías de internacionaiización para ma­ yor gloria del Orden establecido. Mientras que en Malville apa­ reció el territorio estatal en el sentido estricto, nacional del término (perímetro sagrado de la potencia nuclear nacional que hay que hacer intocable), con Stammheim es el mundo como territorio marcado por el fuego al rojo vivo del Estado en gene­ ral, el que surgió en escena. Puesto que es el concepto de Es­ tado el que, amenazado, debe defenderse, la colaboración poli­ cíaca internacional, interestatal, se convierte en un valor su­ premo, en un nuevo elemento de la consagración política. Colaboración policíaca y político-judicial, como lo ilustra, algunas semanas más tarde, la extradición del abogado Klaus Croissant, acusado de ayudar al terrorismo individual o de grupo, en vez de favorecer el terrorismo de Estado. Aquí, más allá de la siniestra representación jurídica y de lo que se puede prever sobre la suerte del abogado, lo que da vértigo a estas pesadillas en que no dejamos de caer en un abismo interminable es la ausencia de todo tipo de acción por parte de los partidos de izquierda, contentándose uno de ellos con condenar sobria­ mente la extradición en un breve comunicado... una hora des­ pués de la extradición de Croissant hacia Alemania. Yo no seguí la crisis de la unión de la izquierda, anterior a los acontecimientos que acabo de narrar, como «militante pro­ fundamente decepcionado». Ya antes de septiembre de 1977 los 12 Carta a los lectores esfuerzos de los actores para hacer creíble su representación de la unidad no provocaban en mí gran interés. Triste izquierda aquella que caricaturiza a la derecha en los comportamientos más histriónicos y se muestra incapaz de ayudar o a! menos de no sabotear el movimiento social, el movimiento que busca vol­ ver a poner la vida ai derecho. ¿Cómo creer aún que esos profe­ sionales de la representación, aún utilizando un lenguaje «de izquierda», puedan ser los mandatarios, los intérpretes y los garantes de nuestros deseos? Con la «crisis» de la izquierda®? unida, complemento indispensable para las bufas «crisis» de la - derecha «liberal» o reaccionaria, asistimos al fracaso de la re­ presentación, al fracaso de la delegación del poder como esen- - cía del juego político. Cuando los presidentes egipcio e israelí pretenden resolver los problemas de los palestinos por encima de las cabezas de los palestinos y ante los flashes de varios miles de periodistas veni­ dos de todo el mundo, no hacen otra cosa que llevar a su punto más alto la parodia del mandato que les ha sido encomendado y para el cual fingen haber sido investidos por los pueblos. Es un argumento falaz decir que, si. los pueblos no se resignaran, si - participaran más, todo iría mejor. Ésta es la mistificación cen­ tral de la política instituida: ¿por qué participar en el juego instituido por otros y contra nosotros? La ausencia, el silencio, la no-participación, el rechazo de «autogestiones» ridiculas y de «gobiernos directos» adulterados es la respuesta de los pueblos, a todos los niveles de la resistencia. El gran melodrama del encuentro de Jerusalén, con chaleco anti-balas, tranquilizantes, citas del Corán y de la Biblia por w parte del presidente Sadat y solamente de la Biblia por parte del <: primer ministro Begin, es un velo arrojado sobre el rompecabe-^: zas siguiente: ¿cómo crear un nuevo Estado (palestino) par­ tiendo de los territorios ocupados por el Estado hebreo, en el,^ momento mismo en que la potencia principal del campo pales- tino reconoce de facto al citado Estado hebreo? ¡A trabajar, politólogos! ¿Cómo analizar este enorme lapsus producido por el inconsciente estatal? 13 El Estado y el inconsciente Egipto procedió hace veinte años a la cuasi autodisolución de su Estado para unirse a Siria dentro del marco de una Repú­ blica Árabe Unida que solamente duró tres años. En junio de 1940, en el momento del hundimiendo del frente franco-inglés, Churchill, alentado por sus consejeros, a su vez impulsados por Jean Monnet, propuso a los franceses una fusión de los gobier­ nos inglés y francés, lo cual implicaba, a corto o medio plazo, la autodisolución de los dos Estados. Estos dos lapsus históricos, junto al que acaba de producirse en Jerüsálén, quizá indican la vía más oculta delinconsciente estatal en el período de la inter-.. nacionalización del Estado, es decir, en el curso del proceso que llevara as u negación. El mensaje del secretario general de ias Naciones Unidas a la galaxia es un acontecimiento aparentemente sin relación con los otros. Pero quizá haya sido ese mensaje el que me haya incitado a escribir el presente libro. El «pensamiento planeta-: rio», cuya llegada nos anuncia Kostas Axelos desde hace años, encuentra su realización mítica en el mensaje del más alto «irresponsable» político del planeta. La realización política ven­ drá después. O no vendrá, ya que el «sentido histórico» ha envejecido considerablemente durante estas últimas décadas: Hice una ironía a propósito del «casi todos los seres huma­ nos» contenido en el mensaje a los desconocidos del espacio. Pero, fuera de los animales y de todos los seres animados o inanimados que hacen funcionar el ecosistema terrestre, Kurt Waldheim hace alusión a otros seres humanos, a individuos o poblaciones que escaparían a la red colocada entre las fronteras de los Estados. Seres que ignorarían completamente la mágica influencia ejercida por un centro político sobre los gestos más ínfimos de la vida. Se trataría de seres periféricos puros, como el que Montaigne tuvo a bien encontrar y entrevistar durante su viaje por Francia, ese jefe indígena que unos navegantes habían traído en su equipaje. ¿A qué fósil o a qué mutante se refiere Kurt Waldheim? Fronteras que rodean el territorio como si fuera una isla, órganos centrales de gestión y de decisión, órganos periféricos 14

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