Publio era el hijo perfecto, había heredado la astucia de su padre, la bondad de su madre y agregó a ello el temple y la lealtad. Muchos decían que era un líder innato y que sus habilidades eran comparables con las de su padre. Ahora que él estaba a cargo de la cofradía que en un pasado su padre formó, se había ganado el respeto y la admiración de sus camaradas, al igual que el de sus hermanos. Sin embargo, Publio no era especialmente afecto a los halagos, tampoco era que le agradara la interacción con otras personas, a él lo que le gustaba era leer, ejercer la medicina y estar alejado de los lugares concurridos, sobre todo los lugares concurridos por mujeres, a las cuales no entendía, ni quería entender. Lastimosamente, cuando en una de sus misiones se topa de frente con una pequeña niña herida que, además, esconde un gran misterio, no logra resistirse y la ayuda a salir de aquel desastre; para su sorpresa, una mujer de ese tamaño podía ser interesante, pero lo jamás se imaginó fue la habilidad de las mujeres de llamarse unas a otras, puesto que, en cuanto aceptó a una, al momento llegó otra, y otra, al punto en el que lo tenían totalmente rodeado. Publio tendrá que descubrir no sólo el misterio que representan las mujeres, sino el aquel que esconde la amenaza a su cofradía y a toda su familia, aquella Sombra que amenaza con destruirlo todo a su paso y, si no se daba prisa, terminaría por eliminar a todo Hamilton que hubiese en su familia.