El inspector Bonaparte se encuentra con un dilema de conciencia y de técnica como hombre y como policía. Debe investigar el asesinato de una mujer y el rapto de varios niños. Y los sucesos están de tal modo complicados que las pesquisas del homicidio tienen que ser aplazadas para descubrir el paradero de los niños y tal vez salvarles la vida.
La cuestión es tan urgente que en esta ocasión vemos al famoso Bony caminar casi a gatas, olfateando el suelo como un sabueso, para descubrir el principio de una pista y seguir después un camino franco, guiado por su certera intuición.
En este libro se revelan una vez más las dotes de narrador de Upfield, que nos ha dado historias semejantes por su interés y su fuerza en «Un autor muerde el polvo» y «La muerte de un lago».