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Cómo leer a John Stuart Mill PDF

117 Pages·1994·2.036 MB·Spanish
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Cómo leer a John Stuart Mili Ana de Miguel Alvarez (inías de lectura JÜCAR ANA DE MIGUEL ALVAREZ CÓMO LEER A JOHN STUART MILL E3 EDICIONES JUCAR Primera edición: junio de 1994 Cubierta: UM CHI PHU1 © Ana de Miguel Alvarez © para esta edición, Ediciones Júcar, 1994 Fernández de los Ríos. 18. 28015 Madrid. Alto Atocha, 7. 33201 Gijón I.S.B.N.: 84-334-0816-X Depósito legal: B. 25.686 - 1994 Compuesto en AZ Fotocomposición, S. Coop. Ltda. Oviedo Impreso en Romanyá/Valls. C/ Verdaguer, 1. Capellades (Barcelona) Printed in Spain Lista de abreviaturas utilizadas: Aut: Autobiografía SL: Sobre la libertad SM: La sujeción de la mujer UT: El utilitarismo GR: Del gobierno representativo P.E.: Primeros ensayos sobre el matrimonio y el divorcio PEP: Principios de economía política S. Lóg: Sistema de lógica I.—VIDA Y OBRA John Stuart Mili nace en Londres en 1806 y muere en 1873. De él se suele afirmar que es uno de esos pensadores en que no existe contradicción entre su vida y su obra o que su vida encarna sus creencias filosóficas. Efectivamente, vida y filosofía giran en tomo a un objetivo común: la reforma o el mejoramiento de la humanidad. Ahora bien, cuáles sean los medios adecuados para llevar a cabo dicha reforma es algo en continua evolución dentro de su pensamiento. Tras un perio­ do inicial de dogmatismo, Mili fue un pensador sumamente receptivo a las diferentes corrientes de pensamiento de su épo­ ca. El fin de su filosofía fue conciliar las diferentes partes de verdad que, a su juicio, se encuentran en teorías antagónicas. En su Autobiografía, Mili relata con detalle este proceso de evolución personal e intelectual y el alcance de sus diferentes deudas intelectuales. A pesar de ser una autobiografía intelec­ tual resulta apasionante. El innegable eclecticismo de su obra ha llevado a algunos estudiosos a afirmar que Mili no es un autor original; es el caso de Isahiah Berlin, quien considera a Mili uno de los gran­ des pensadores políticos de todos los tiempos, pero no por sus capacidades creativas o innovadoras: Apenas hizo algún avance significativo en lógica, fi­ losofía, economía o en el pensamiento político. Sin em­ bargo, su influencia, y su capacidad para aplicar las ideas a campos que dieran frutos, no tuvieron paralelo. No fue original, y sin embargo transformó la estructura del conocimiento humano de su época.» (Ia ed. 1959-1970: 47) Frente a esta interpretación, fuertemente arraigada, que pre­ senta a Mili como un pensador de transición entre el utilitaris­ mo clásico y el idealismo posterior, en las últimas décadas se ha iniciado una interesante relectura de su obra. Según la nueva interpretación, el pensamiento de Mili es más complejo, riguro­ so y sistemático de lo que tradicionalmente se ha sostenido (Berger, Gray, Thompson, Tulloch...). Así, aunque no exenta de contradicciones, su obra se reivindica como la de un pensa­ dor de primera fila y con personalidad propia. John Stuart Mili fue el hijo mayor de James Mili, uno de los sistematizadores, junto con Jeremy Bentham, del utilita­ rismo inglés. Bentham dió forma definitiva al Principio de utili­ dad, principio según el cual la corrección o incorrección de la conducta humana y las medidas de legislación o gobierno se mide de acuerdo con su contribución a la máxima felicidad del mayor número. James Mili, partiendo de este y otros princi­ pios acerca de la naturaleza humana, dedujo lógicamente la democracia representativa como el único sistema político capaz de servir a dicha causa. De esta manera, en manos de Bentham y James Mili, el principio de utilidad se convirtió en un contun­ dente instrumento de cálculo y razonamiento a favor de la re­ forma social. Pues bien, John Stuart Mili fue rigurosamente educado para convertirse en el heredero de este legado intelec­ tual, para ser un propagador intelectual y político del utilitarismo. Su educación corrió a cargo de su padre. A los tres años comenzó a aprender griego, y a los ocho —cuando ya ha leído a Herodoto, Jenofonte y los seis primeros diálogos de Platón— latín. Estudió además aritmética, algebra, historia, tratados de física y química y lógica. A los trece años recibe un curso completo de economía política y conoce las ideas de Adam Smith y Ricardo. A esto hay que añadir que, como ejercicio voluntario, se aficionó a escribir historias y ensayos, y a los doce años terminaba su primera obra casera: una historia del gobierno romano. Nunca tuvo vacaciones, pero sí tiempo libre a diario; antes de llegar a los veinte años gozaba de una cultura enciclopédica completa y era descrito como una auténtica máquina de razo­ nar. Según cuenta en su Autobiografía, su padre nunca descui­ dó este aspecto de su educación: el objetivo de la misma no era tanto acumular conocimientos como aprender a razonar. Además, y a pesar de su extrema erudición, la imagen de Mili nunca puede ser la de una rata de biblioteca. Su destino era intervenir activamente en la vida pública. A los diecisiete años comienza su vida pública y política —que nunca cesó, llegó a ser parlamentario— fundando una sociedad de jóvenes utilita­ ristas. Si la educación intelectual del joven Mili fue ciertamente esmerada, también tuvo algo de especial su educación moral y sentimental. James Mili fue, según diferentes testimonios, un ejemplo viviente de lo que se llama integridad moral: un hom­ bre que, sin medios económicos —trabajaba como funcionario en la East Indian Company—, dedicó su vida a escribir y luchar por la reforma social. Este espíritu es el que transmitió no sólo a su hijo sino a todo el grupo de los radicales filosóficos, que le consideran su tutor. Así lo constata Hamburger en su prolija obra sobre los avatares de los radicales, de la que entre- secamos las opiniones de sus miembros más significativos acer­ ca del liderzgo ejercido por James Mili. Roebuck señala su deuda teórica: «si sé algo, de él lo aprendí», William Ellis dice: «él obró un cambio total en mí. Me enseñó cómo pensar y por qué vivir», y Parker afirma: «creó todo el poder y coraje moral que yo he sacado para luchar en favor del pueblo» (1965: 14). Pues bien, estos jóvenes —que se autodenominaban ben- thamitas— destacaron en la vida política inglesa por la particu­ lar severidad, dogmatismo y sectarismo con que se entregaron a su causa política. En la interpretación de la historia política de Inglaterra resulta un lugar común señalar la tolerancia y moderación de los partidos políticos que construyeron la demo­ cracia liberal. Sin embargo, frente a esta ausencia de doctrina- rismo en favor de reformas concretas y consensuadas —«oca­ sión de admiración para extraños y de orgullo para nativos»— destaca la postura de los radicales. Para Hamburger lo que explica su sectarismo —aparecían como antagonistas de los que aparentemente debían ser sus aliados naturales, como los whig liberales— es su intento de combinar filosofía y política. Así, no eran tanto las reformas propuestas, en las que coincidían con otros grupos de radicales, sino su peculiar manera de fun­ damentarlas lo que les hacía diferentes. Por ejemplo, aún com­ partiendo una política antiaristocrática, donde otros grupos lu­ chaban por mermar privilegios concretos, el fin de los radicales filosóficos era «acabar» con el poder aristocrático. Esta consi­ deración de sus fines políticos les llevaba a valorar menos las victorias obtenidas que el largo trecho restante hasta la victoria final. Por otro lado, los radicales, dice Hambuger, no se identi­ ficaban con los miedos, aspiraciones, hostilidades o intereses de ningún sector particular de la población. A pesar de la pro­ bable simpatía que pudieran sentir por los más desfavorecidos, sus decisiones políticas respondían, o intentaban responder, por medio del razonamiento teórico, a la consecución final de su gran objetivo filosófico-político: la mayor felicidad del mayor número. Como producto de su educación, el joven Mili se convirtió en el más radical de los radicales. En 1822, a los dieciseis años, escribe su primer ensayo polémico, en el que ataca el prejuicio aristocrático de que los ricos son superiores a los pobres en calidad moral. Confirmando la tesis anterior de Hamburger, Mili explica cómo, en aquel periodo de su vida, su ardor apa­ sionado por la humanidad «no pasaba de ser un entusiasmo por las opiniones especulativas. No tenía sus raíces en una ge- nuina benevolencia o simpatía hacia el género humano» (Aut, 121). Sin embargo, como veremos en el siguiente apartado, poco iba a durar este entusiasmo dogmático. Frente a la solidez de su educación intelectual y moral, su formación afectiva o sentimental fue nula. De su padre dice de forma escueta pero suficientemente reveladora que lo que más se echaba de menos era la ternura, no fomentada por él y ahogada por el temor que inspiraba. Respecto a su madre apenas existen referencias; cabe destacar que en el primer bo­ rrador de la Autobiografía afirma que el matrimonio de sus padres fue desacertado, y que su madre, a pesar de sus buenas intenciones, lo único que sabía hacer por sus hijos era matarse trabajando por ellos. Este texto quedó posteriormente elimina­ do en la redacción definitiva. Otra circunstancia que marcó la formación del joven Mili fue su estancia de un año en Francia. Tanto el «carácter» como el pensamiento francés, que siguió atentamente durante toda su vida, le causaron una notable impresión. Y, sobre todo, le libraron del provincianismo intelectual: «...librándome de ese error prevaleciente en Inglate­ rra —del que ni siquiera mi padre, a pesar de estar por encima de todo prejuicio, se había liberado— que consiste en juzgar cuestiones universales con un criterio exclusiva­ mente inglés.» (Aut, 81) En 1823 su padre le buscó el empleo que conservaría du­ rante treinta y cinco años en la East Indian Company. De este trabajo Mili ha afirmado que supuso dos ventajas importantes para su actividad como filósofo político. Por un lado, le permi­ tió ser independiente y poder expresar sus opiniones pública­ mente, sin miedo a no agradar a los poderosos o a la opinión pública. Por otro, ya como teórico, podía contrastar sus espe­ culaciones políticas con su experiencia en la administración pú­ blica. Esto explicaría, entre otras razones, la importancia que Mili concederá a la participación política de los ciudadanos como fuente de progreso reformista pero efectivo. 2. Crisis mental Como resultado de su educación y de su encuentro con la teoría utilitarista de Bentham, Mili había tenido una auténti­ ca meta en la vida: ser un reformador del mundo. Según sus propias palabras, se autofelicitaba por haber sabido encontrar una fuente de felicidad lo suficientemente duradera y distante como para poder ser el motor de toda su vida, ya que respecto a tal fin, siempre cabía hacer progresos y mejoras sin temor a que la meta se consumiese. Sin embargo, en 1826, su primera crisis nerviosa le devolverá a la confrontación existencial. Cae

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