Ivarr era un Alfa sexualmente frustrado. Su compañera falleció hace cuatro años en un accidente de coche, con su muerte superada y una preciosa niña de cinco años, Ivarr decidió contratar a un niñero que se ocupara de Zoe cuando él estaba en el trabajo. Un Beta inofensivo era la mejor opción, hasta que Ivarr se sorprendió mirando su trasero. Se suponía que no debía hacer eso. También se suponía que no debía poner sus feromonas sobre él, ni su olor sin su consentimiento, pero Ivarr lo hacía a cada momento. Su celo estaba cerca y su lobo no estaba dispuesto a alejar al niñero de él. Daniel era un Beta, trabajaba en la guardería de la manada y a parte hacía de canguro por las tardes de Zoe. Nunca pensó que acabaría enamorado de Ivarr, el padre de Zoe, ni que sus padres lo obligarían a casarse a la fuerza con una hembra que no conocía y a darle nietos pronto. Dan sabe que no puede escapar de su futuro, y lo acepta permitiéndose ser libre por una noche. Nunca pensó encontrar a Ivarr en aquella discoteca de ambiente, nunca pensó que Ivarr lo arrastraría hasta su casa. ¿Cómo podría Dan negarse a ello?